Antiguamente
el aceite ardía más, cómo apreciar
el más o el menos de una llama,
por cantidad de combustible o por aporte
de luminosidad, tanto por uno,
medimos el impulso o el volumen,
el colibrí se posa sobre el viento
y apenas hace vacilar la llama,
no llega a parpadear el pico rojo del candil,
las teas sin embargo
usan un lenguaje más robusto y las antorchas
sueltan proclamas belicosas aunque vivan
en pasadizos subterráneos,
el olor a quemado desemboca
en claraboyas altas donde no hace falta
la luz oscura de las catacumbas, huele
también a luz pero le irritan
las conjuntivas a la diosa
adormilada de la aurora.
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