Silba el águila,
de sus garras cuelga un recental
como un antojo
de deshilachada oscuridad contra el azul del cielo,
el palpitante miedo
convertido en remedio contra el hambre,
el águila lo sabe, aunque no se interesa
por el nombre de especies inocentes,
llegará volando, excitará la gula de su prole
con un último círculo innecesario,
su grito chocará contra el cantil
con sonido de flecha y una gota
de sangre muy caliente
resbalará por la caliza hasta llegar al nido
donde un pequeño monstruo desespera
agitando sus alas harapientas.