Así en las hojas caídas de los árboles
como en la lengua de los pájaros
fui aprendiendo el sentido que las cosas hallan
en el ser y estar,
se dan calladas
y sin preámbulos apuntan
a la puerta asombrada de los ojos
donde alcanzan el brillo de su hierático ejercicio,
cosas místicas, ciegas,
alzadas en levitación sobre el abismo de la realidad,
sonidos enhebrados a la nada
aunque resuenen en la cúpula interna de nosotros.