Nótalo ahí,
en esa gota de agua, tan lejana y huérfana,
colgada apenas del brillante trampolín del grifo,
trasparente y sumisa hacia el no ser del sumidero,
desgajada del pálido barroco del colector, antes del río,
antes incluso del embalse, sin poder mirar atrás y contemplarse
como un vaciado de Magritte, tapada con un lienzo
igual que Lázaro, igual que tú y que yo,
desalentada y sin utilidad, no apta ya para la estética
de la repetición
que es el oficio dosificado de las gotas.
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