Recojo los añicos cerámicos de la fotografía,
antes tus ojos relucían
con el esmalte loco de la juventud,
la eternidad unía los extremos de un solo momento
en el óvalo amarillento del daguerrotipo,
tú te preparabas
para que el cemento aéreo de la pose
perdurara en el tiempo
como los posos del café,
como las entrañas de la víctima,
igual que la arenisca
a la que el viento roba la viveza
de su perfil más cincelado.
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