Todo ese mundo
que el sol ha ido pintando en los aleros
protegidos del aire necesita
una cuerda de la que colgarse,
si no vendrá la lluvia
e irá borrándolo, lo mismo
que hace con los nidos de las golondrinas
cuando ya la primavera se ha echado a volar,
también de huevo nace el mundo
rompiendo cascarón, abriendo
más tarde los ojos, desnudo aún de plumas,
incapaz de volar, pero en el aire,
o protegido de él, debajo
de la pluma pequeña de un ave común,
de bastarda crianza, aunque adoptado
como la mayoría de nosotros.
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