Hago inventario de las horas
y las desenrrollo como si fueran alfombrillas
para tener la sensación de que me queda tiempo,
son horas en las que cabe todo
hasta el aburrimiento consensuado de la repetición,
ruedas dentadas de ese mecanismo
que las hace visibles en las entrañas del reloj,
el imperceptible movimiento de las grandes
y el fatigoso trajinar de las pequeñas,
en ellas no se aprecian signos de juventud o de vejez,
funcionan por imperativo de un destino
con corazón de acero y no distinguen
entre justicia y compasión cuando perciben
el agotamiento de los plazos.
Zona B:
Vivimos en guerra manifiesta en múltiples lugares del mundo, (no sólo en Ucrania y Palestina), pero en casi todos respiramos un ambiente de guerra apaciguada, sometida al sórdido interés de poder y el dinero. En el recuerdo sigue el genocidio nazi, las bombas de Hirosima y Nagasaki, la barbarie en Camboya o en Ruanda y tantos más que da pereza enumerarlos. Da miedo pensar que la ignominia es aceptada como una divertimento por generaciones que nunca han padecido esos horrores.
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