No queda nada por allí,
cuando acabó la guerra la vida se detuvo unos momentos
a pensar y se perdió en el aire que aún olía a humo,
sonaba a hueco el territorio como las cárcavas hambrientas
que engulleron montones de cadáveres sin eructar,
ni siquiera llega el eco de tu voz cuando la pena
o la impotente rabia te hacen gritar,
no hay buitres en el cielo performando
los protocolos habituales de la putrefacción y sin embargo
persiste el mal olor como un resumen
de lo que pudo ser, es y será el apocalipsis.
Zona B:
No para de viajar el colosal payaso que se infla como un globo de pestilencia sobre el mundo. Abre grifos aquí, los cierra allá, alimenta conflictos o los crea para asegurarse un beneficio. No sabe que a su espalda sus enemigos se sonríen, pues conocen su variable humor. Mientras tanto se extiende la injusticia por ambos hemisferios. Condenémosle a bailar eternamente en el salón que ha construído, sin un solo minuto de descanso. Tal vez así nos deje en paz.
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