Este es el plan,
mi particular anábasis bajando
desde las tierras altas que trajeron
inquietud a mi alma y periferias con olor a albañal
a mis ojos cegados en el verde campesino,
ya estaban alertados por el borboteo de una sangre
no vertida aún en prácticas quirúrgicas
ni asomada a espejo ni soñada
como arroyo escondido o rugidor,
antes hube de pensar en la pendiente
que ha de ser medida con la impedimenta
de armadura y bagajes, hay que darle
tiempo y fuelle a los alardes de la lentitud,
el corazón sabe esperar
pero nunca llega a tiempo si le citas
de largo, has de respetar su ritmo
de péndulo infinito, por eso duran más sus horas
entregadas a meditación y suelen
acabar en blanco tras estadios
de sudor y parasangas de espejismo,
y qué pasa con esos propósitos de aceleración
que nunca llegan a nada o se entretienen
mirando en el reflejo de las aguas
la pensativa estela de quien huye siempre
sin abandonar del todo su lugar.
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