Mi zurrón
lleno de piedras transparentes,
las manos palpan
esa superficie adusta y reconstruyen
la dificultad de su amor silencioso que no siempre
es permeable a percepciones exteriores,
las piedras sólo vuelan
por mandato ajeno y obedecen
a la física plana de la inercia, aunque saben
de aventuras sin plan de vuelo,
sin renunciar al sueño
por si un motor quisiera dar aliento
a su pesada ingravidez,
hablan así, con el silencio entero
igual que los polluelos que se empeñan
en quebrar la dureza de la cáscara
y reinar desnudos sobre el pálido desastre
de la piedra perfecta que fue el huevo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario