Veo cómo sonríe
la sal en la mirada de la mujer de Lot,
siempre sentí no conocer su nombre,
poderle preguntar por el impulso de alegre rebeldía
que le llevó a la desobediencia,
han pasado siglos desde aquel siniestro festival
de horror y fuego que le hizo desertar del clan,
su estatua sigue allí, los pájaros la llenan de cagadas
y el simún la vuelve gris o roja según con que calima viaje,
pero ella continúa dando sabor al aire,
prestando el beneficio de su sombra
a los escorpiones y a los cardos, soporta el lametón de los rebaños
que triscan los alambres vegetales del desierto
para fortalecer su fe contra la sed y contra el temblor del espejismo
que finge rocas obedientes a la vara dudosa de Moisés,
su amor declina por el lado exterior de la ortodoxia
y lleva en bandolera el botiquín de la misericordia,
Lot nunca disfrutó de esa sonrisa porque obedeció el requerimiento
de unos oficiales de justicia ataviados con largas togas negras.
Zona B:
El gobierno genocida solicita voluntarios para completar el exterminio, (picos, palas y azadones por millones, mas excavadoras y camiones). Una irónica forma de dar trabajo a los hambrientos palestinos que han de colaborar en el enterramiento de lo único visible de lo que fue su hogar.
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