Llegué justo cuando la neblina
se disolvía contra el paredón de la montaña,
su voz se adelgazaba poco a poco
como un canto de pájaro menor,
él acudía siempre al imperfecto para saludar,
la oración servicial, subordinada
al verbo irregular de un dios ambiguo
especializado en lo posible que nunca llega a suceder,
y me leía algún poema sobre el páramo verde
al levantar la primavera, barrocos al principio
y tan desnudos al final como el rastrojo mesetario,
tal vez sus ojos forcejeaban con el enemigo blanco
que lo oculta todo tras la sábana ceremonial de los fantasmas
dejándonos sin nada a qué mirar.
Zona B:
Y resultó que aquel habría de ser el pueblo elegido. Así es Yahvé en sus horas libres.
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