domingo, 27 de noviembre de 2016

Día cuarto

Día cuarto: este es el día que en el rito antiguo es señalado como el de los grandes luminares, las dos únicas antorchas definidoras para distinguir entre día y noche, las que tensarán  rivalidades entre estaciones y años, a través de las grietas que el tiempo monolítico propone. Pero, cuidado, porque así nace reptante y silbador el maniqueo  y simplista modo de mirar las cosas, que con el adelgazamiento progresivo del tiempo montón, acabará dejando en negro y blanco el infinito prisma de la luz.
A este día cuarto, de duración más larga que la de un giro del planeta, debemos volver para lavar nuestra mirada cada vez que el color se nos imponga como contaminación y no como licencia cromática del sentido.

sábado, 26 de noviembre de 2016

Día tercero

Día tercero: evaluemos el tono gris de este paisaje, noviembre es siempre duro con la vida, siega flores que ni siquiera aspiraron a lucir o a ser aroma, esas que se conforman con estar entre la hierba dando contraste y alegría a la monotonía de los prados. Ponga otro los nombres y guardémoslos en la memoria, aún a sabiendas de que nunca la percepción que de ellos tengamos coincidirá con los límites semánticos con que tratarán de definirlos.



































































































sábado, 12 de noviembre de 2016

Día segundo

Día segundo.
A diferencia de lo ocurrido en el mito creador, aquí hay más de seis días laborables con el consabido premio del fin de semana de ocio y regodeo. Pero en un solo período de ese tiempo ingobernable pueden ocurrir mil cosas no previstas en el cuaderno de bitácora del pretendido jefe de ruta: la niebla, la ceguera, los mil obstáculos surgidos de la nada a requerimiento de una mente involuntaria, pálidas criaturas desligadas de la voluntad de quien les convocó a la vida, pero deseosas de vivirla con plena autonomía. Por eso este silencio prolongado desde el momento mismo de nacer. Tal vez lo sucedido en ese tiempo no tuvo relevancia o acaso un pasmo cósmico posó como la sombra de un eclipse sobre
el campo de juego del vigía que, al no ver, negó realidad a lo ignorado.
Un mal ejemplo que se propagará en los tiempos venideros.