Por la tarde
nos encaminábamos al lado norte
de la colina, tumbados en el suelo
nuestras cabezas asomaban al abismo,
no pretendas decidir, es el destino quien decide,
qué azul puede llegar a ser la paz
cuando viene de lejos y subiendo,
todos conocíamos la letra
tarareada en la escuela, pero nadie
sabía traducir y dar color al acertijo
que nos llegaba desde abajo
con un vaho de desolladero
que casi nos hacía vomitar,
pero la tensión del mito
conseguía imponerse hasta que la nausea
se aquietaba con la promesa
de los arándanos azules
que premiarían nuestro esfuerzo
antes de volver a casa,
este no es el camino, probad,
probad con la misericordia a ver qué pasa,
(tampoco aquí esperaba sufrimiento
ni derrota o muerte, tras la llegada del silencio),
pero tras el tiempo muerto, unos segundo de suspense
y nada de apolo, nada de misericordia o toque
de gloria como cuando muere un niño
por nadie sabe qué, la piel enjuta
cuelga ahora de las ramas
con su olor a orín, con dolor, sin música
y su semejanza a los despojos que los lobos
abandonan en la hierba tras teñirse
de sangre y de silencio, sin balidos
ni ladridos de perro,
ni siquiera el cuerno del pastor
dando color al episodio o un jurado neutral
para guardar las apariencias,
sólo esa bruma gris y ese olor punzante
a página interior de florilegio,
eso, eso es
lo que tendréis que traducir del griego,
no lo que todos conocemos.