Voltead esa campana con la respuesta:
"hay mucha culpa
enterrada bajo la inocencia
de los días de otoño",
yo tranquilo, con mis paseos
de micológica apariencia, cuando en realidad
yo busco sangre, huellas en la tierra roja
frente a la arcangélica proclama
de los heraldos de la noche
que se resisten a decir su nombre,
ellos no luchan con el sol, pero sufren luto
mientras aguardan las primeras notas
de un kikirikí de plata,
dadme noticia, que esa
pesadilla de la hojarasca legendaria
se quede en fábula y se lea
traducida por nuestros escolares
al lenguaje común que ya no tiembla
con las marcas dejadas por las balas en la mampostería
del paredón donde cayó la luz acribillada.
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