Me propongo un paseo imaginario
por la lunar playa de berria
partiendo desde el lado del penal,
sumándome al ojeo que los presos
hacen de la libertad inmóvil de los barcos
que van hacia el oeste,
trato de imaginarlo, pero ellos
enseguida sucumben a la duda
cuando el barco es tragado por la niebla,
dudan del sol y de la luz y de las horas
en que le es permitido a la mirada navegar
sobre la ingravidez de las gaviotas,
la marea borra sin querer las huellas
de la esperanza y las dispersa
como huesos de jibia
por el frío arenal mientras el aire va marcando
los límites borrosos
de un bienestar teñido de dolor.
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