Con cuántas alas cuenta
la cuerda del soprano, ahora
que el místico cordero languidece
entre alambradas y de su lana sucia
más que armonía brota sangre,
el coro esconde su dolor de ahora
entre virtuosismos del barroco
de bach o de van eyck,
y mientras las mejillas de los ángeles
hinchadas como ubres holandesas se encaraman
al do de pecho, en los campamentos
de refugiados suena a lata
con óxido y orín el hambre antigua
de los desheredados de la tierra.
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