miércoles, 12 de abril de 2017

Destierro.

En esta situación tan confusa pensé que a destierro andador podría perfectamente corresponder desaire volandero, como desarraigo responde de algún modo a raíz y desgarro a despojamiento producido con violencia, en el siempre bien pensado equilibrio de opuestos o contrarios. Y ¿habría que nombrar como desagüe el resumen punitivo del desierto, o cómo desfogue el resultante de una abortada condensación de llamas?
Para qué preocuparse. La confusión es esencial, vive dentro de nosotros y azuza los ingenios para que la certeza no se adueñe de manera pétrea del sentir, que siempre quede alguna encrucijada como los brotes en las plantas, garantes de que la vida siga propagándose sin guión ni teologías.
Miro este cielo desvaído, trato de oír sin éxito el tic tac de mis pisadas y, ante la duda de si estoy en marcha, me siento a poner en orden mis pensamientos, lo primero saber si hay libro de ruta, si he pactado con mi activa disconformidad algo provisional para hacer soportables las horas de camino, si las jornadas ya vienen decididas por algún reloj nutricio o es el ayuno quien mantiene la tensión hasta la caída de la luz, si, ya en oscuridad, debo encender hoguera o resignarme al frío de la noche como a natural acogimiento.
Haré el camino demorándome, con atención y ademanes que podrían recordar a la autóctona serpiente, la original, la sabedora de todos los secretos, incluidos aquellos que aún no han sido sometidos al contraste de ojo alguno, Para sabia ella, fruta de desierto y pedregal, guardiana de alternativas primaveras que han de administrar las humedades necesarias para que el fruto se nos muestre en el momento justo, ni antes ni después, en un perpetuo y demorado otoño nunca sujeto a presagio equinoccial.

lunes, 10 de abril de 2017

Deriva

Toma ese camino que los mapas no señalan. En él los ecos te acompañarán, oirás el contradictorio duplicado de los primeros enunciados y conocerás mejor los sentidos ocultos de todos los sonidos, etimologías novedosas, traducciones libres del pensamiento desligado de la obligación de sonar bien,
enigmas blancos y consejas llegados desde la más actual antigüedad. ¿Qué más puedes esperar de ese lineal compañero que a la vez que va, te lleva, procurando la posibilidad de un horizonte razonable?

domingo, 9 de abril de 2017

Quiá

Recuerdo que intenté cargar en aquella palabra poderosa toda mi energía negativa para hacer frente al abismo que de pronto se había abierto en derredor. De nuevo el humor otoñal del cacique se manifestaba trazando aquel destino zigzagueante que más parecía obedecer a la caprichosa melancolía de un enfermo que al cierre planificado del gran círculo que ha de preservar el desarrollo de la vida.
Dije exagerando, aunque convencido: Quiá. Así en seco y sin apoyaturas, confiando acaso en que la vejez (no exenta de novedad) de la palabra le hiciera entrar en duda, un solo instante de atención sería suficiente para que la protesta tomara cuerpo ante su esponjosa ubicuidad y el infinito nimbo donde reinaba sin oposición empezara a mostrarse en dos mitades, la suya frente a la de los demás.
Era como poner en marcha toda la rebeldía pacífica de que es capaz un ser sometido a la rígida liturgia del amo y el esclavo, aunque, al hacerlo, ya era conocedor de las consecuencias, entraría en el terreno oscuro, expuesto a la furia vengativa de una mitad y a la desconfianza temerosa de la otra.
Habría de aceptar la soledad y el silencio que esta impone. Ni reuniones al final de la jornada ni apenas el esbozo de un saludo camino del terreno de labor. La ausencia de familia y el merodeo como recompensa por mirar en dirección distinta a la marcada.
Pero había pronunciado la palabra.

viernes, 7 de abril de 2017

Sema, soma, sum

No hay nada bajo el monolito. He descubierto una entrada disimulada entre las enormes lascas que cubren el montículo y en el cubículo escavado en su interior sólo hay un tablón de pizarra  y una piedra cilíndrica, ambos con función más doméstica que ritual, como mesa y silla. Nada de huesos del antepasado muerto ni de los objetos con que dice la inscripción que fue enterrado.
Siempre he procurado mantener despierta la memoria. Esa es la razón por la que a menudo vuelvo a este lugar. Regreso aquí como a la fuente que de algún modo acaba con la sed o al menos mitiga sus ardores, a pesar de conocer la interpretación que los próximos al brujo dan a mis visitas.
Y no sé que pensar de este gran embuste con disfraz de piedra. Después de tantos años de aprendizaje lo único que se reafirma es el misterio y la conciencia general prefiere codificar historias irracionales a convivir en paz con el miedo y la ceguera. Lo irremediable no es ser ciego o pusilánime, sino creer que alguien gratuitamente nos va a librar de serlo.

miércoles, 5 de abril de 2017

Una ventaja irracional

Vuelvo al refugio colonial situado al borde del recinto protegido por la cerca, aunque ya sobre las escarpaciones que dan a campo abierto. El cobertizo tiene una decidida identidad, ornado con huesos y pieles de mis piezas favoritas y armado con espectaculares cuernas de venado dejadas tras la última berrea. Al lado de poniente se han ido fijando los asientos de los acudidores habituales, sobre tocones de árboles antiguos que dan al recinto un aire concejil no pretendido pero inevitable. Cada noche el habitual deja sobre el asiento la zamarra de piel con que mulle la dureza del reposadero y a plena luz del sol toma el aspecto de un sestil de vagos satisfechos. En cualquier caso, en nada parecido a la bocana de la cueva donde el chamán oficia sus rituales. Allí se impone la humillante costumbre de la desnudez del pie y el destocado de la cabeza, abarcas y casquetes por el suelo como reflejo de la indignidad de quienes someten su andadura y pensamiento a fórmulas sonoras tan alejadas de la voz humana como del pretendido lenguaje de los dioses.
Nunca asistí a tales coyundas, pero conozco alguno de los recursos de los que el brujo se vale para subyugar de golpe tantas voluntades. La dilatada bóveda, un cuerno de buey, una enorme caracola y unas piedrecillas del arroyo apoyados en recursos de la voz humana sabiamente modulada, son capaces de sonidos tan extremos como el mugido de la tormenta o el estertor del volcán desperezándose. También la oscuridad, que, al presidir como necesaria atmósfera cualquier momento de pretendido contacto con la divinidad, obliga a una subyugada imaginación más que a los sentidos a dar fe de lo nunca visto o escuchado.
Y, a pesar de todo, una cosa tengo que admitir: por más que lo aborrezca, a veces no puedo evitar el sumarme a ese coro de miradas que, con el humo de la fogata final, suben al cielo buscando una armonía, aunque de antemano conozcan la irremediable cojera de todo este tinglado.

martes, 4 de abril de 2017

Un torbellino de polvo

Hoy nos hemos encontrado. Bueno, encontrarse no es la palabra más adecuada, nos hemos adivinado en la distancia, como se reconocen los contrarios en un campo de magnetismos enfrentados. Al principio caminamos en paralelo, ignorándonos con la mirada y forcejeando con el pensamiento para no ceder el paso ni demostrar la más mínima vacilación en el dominio del paisaje. Luego el viento cambió y las respectivas estelas de polvo nos dejaron al descubierto, por lo que ya no procedía ni seguir disimulando ni esforzarse por mantener aquella impertinente línea recta. Acabamos cruzándonos. Nuestras miradas se cruzaron también y no hubo en ellas ni el más leve indicio de pregunta. Todo está tan claro entre nosotros que la conversación está de sobra, incluso la de los ojos, que es la única admisible dentro de la imposibilidad.
La duda sigue ahí, como una piedra. ¿Sabe él todo lo necesario sobre mí o esta cautela en el asedio manifiesta un atisbo de debilidad, como si rehuyera un enfrentamiento declarado antes de conocer la realidad y contundencia de mis recursos? En cualquier caso no debo recrearme en esta suposición, porque aunque su actitud haya dejado traslucir una cierta alarma, podría obedecer a una estrategia para cogerme por sorpresa. Precisamente porque no era necesaria, debo pensar que la comedia urdida para hacerme apresar, marcar y expulsar por sus lacayos buscaba algún efecto no evidente.
Pero antes o después lo acabaré sabiendo.

lunes, 3 de abril de 2017

Malditos héroes

Y ¿qué decir de Orestes? su leyenda se alza mutilada como la serpiente a la que han cortado la cabeza y mantiene erguido el cuerpo unos instantes como esperando que su voluntad se perpetúe en una nueva vida. Hay copistas que eluden los pasajes turbios pensando más en el resultado de sus trampas que en la coherencia de los planteamientos. Otros simplemente llaman "orestes" a todas las pasiones derivadas de la desconexión entre ambición personal y miedos colectivos.¿Quién pesó más en su balanza, Electra o Ifigenia, o ambas fueron un pretexto para cerrar el círculo que desde antiguo había sido diseñado para todos los que se cruzarían en su camino? Y ¿fue merecedor Agamenón de tan arriesgadas peripecias para vengar su más que merecida  muerte? Todo héroe tiene asegurado un final más trágico que oscuro, debido a la admiración exagerada que su papel de comparsas levanta en la credulidad de los demás mortales. Actúa aquí eso tan volátil conocido como la llamada del abismo. Los infelices héroes se suben a un caballo enloquecido y afectados por un simulacro de intemporalidad padecen un mareo ineludible que enturbiará sus ojos hasta sumirles en esa zona ciega que ni es de hombres ni de dioses.
En estas circunstancias la única salvación vendrá por la memoria, que les enraíza con un pasado poco hablador o simplemente mudo, pero garante de unas cuantas realidades básicas para saber de dónde vienen y hacia dónde pretenden dirigirse de forma autónoma, no como marionetas de un fatum caprichoso.