Hay un escozor caliente
en la epidermis estival de julio
que con desgana se zambulle
en los últimos días, más de treinta
tablones inclinados a favor de piscina,
humedeciendo el fuego de los dedos
en una alberca estacional limpia de nubes,
seca como lagrimal de estatua,
tiene
su respiración acelerada
un aire de simún y se oyen
las pulsaciones incendiarias
del tiempo dividido en lotes
por la tiza escolar (en tonos verdes
porque ha gastado ya los rojos y los negros).