Mira esa persona
mayor, su presencia de abrojo en un otoño lento,
nada sabe ya del tiempo, se limita
a mirar sin importarle su propia visibilidad,
apuesta por el tono gris frente al cielo rojizo,
cada tarde se hace su diálisis con la sangre
que el cielo desperdicia, ya no lee
libros de presagios, se conforma
con saber del ahora residual,
percibir en la piel eso que arde
como pavesa momentánea llevada por el viento,
mírala, es sólo
una persona prolongada,
se mantiene apenas como un hábito de respiración,
no aporta nada de provecho, ni siquiera
es materia ritual de sacrificio.
El invierno se acerca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario