Desde el trampolín
intenta hallar la horma
del escultural salto del ángel,
ha dejado junto a la ropa de labor
las alas, los pensamientos elevados
y la belleza de la piel,
un ángel no tirita así, sus poros no se asustan
del frío repentino
que el agua esconde bajo los rizos del cristal,
ahora eleva las manos, las enlaza
allá arriba, como una ojiva rogatoria
y salta, salta sin liturgia,
el vuelo es tan extraño
que apenas si se ve la breve estela
que deja al aquietarse la piscina.
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