sábado, 23 de julio de 2022

Se aplica a las heridas literarias

 


En el film la sangre era de un verde fosforito, 

así pintan los inconformes la carcasa de la realidad,

hacer películas es plegarse

al capricho cromático de una gama de colores

sin domesticar, el tono es su voz menor con la que elevan

quejas a una instancia superior,

no por estar encima, sino por creerse imperturbable

ante el abanico con que las horas cambian el aspecto

de las cosas menores,

ni el mismo pintor reconocería

su paleta manchada por el color madrugador

frente a la misma

dominada por el cálido cansancio vespertino,

color este mucho más joven pero despojado de aventura,

los pelos del pincel conservan bajo sucesivas costras

su color original, enfermo y miope,

pero, gracias a su sacrificio, lo que dure

y haga inmortal al cuadro será el tenso

color robado entre puñales al atardecer,

a punto de hundirse como el sol en una calma

que no es tal, sino híbrida y cansada.


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