En estos días de canícula
cuando salgo a la calle
temo encontrarme con los pies de Aquiles,
su agilidad de gato y un olor
a sudor y a ligereza de abanico cordobés,
siendo yo la tortuga tras la concha
de una ventaja momentánea
le precederé con su leyenda,
y hasta podría echarme a un lado
y contemplar su pedaleo sobre el polvo,
mientras deposito mis apuestas
siempre a caballo ganador.
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