(Monteviejo, un año más)
Cada año regreso a este lugar tan alto
donde la respiración alcanza la calidad de recompensa
y las flores de monte, autistas y cansadas,
sólo saben mirar al sol y señalarme
la carretera en curva donde el agua salvaje se rebela
contra la tradición atravesando
el asfalto podrido,
dime, agua, a qué señalas,
qué debiera ver que nunca supe mirar con eficacia,
el hayedo sombrío, la línea blanca que simula
una corteza de abedul
entrando como un índice en el corazón de un libro
con memoria de corcho o las heridas
grabadas a navaja con fechas y con nombres
que nadie supo defender de sucesivas primaveras
tan cobardes, tan tibias, tan de espaldas
a los paisanos que cayeron antes de poder fructificar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario