He llegado a ver la cremallera
abierta hasta donde no podía imaginar,
a partir de ahí sólo la imaginación puede adentrarse,
los órganos teñidos por el moho
de la enfermedad, las velas apagadas del delirio
donde antes mantenía su firmeza de cristal
una excitada inteligencia buscadora de imanes,
o las preguntas propias de estación
quemadas por los hielos o el estío
de un clima descentrado, por eso
he decidido renunciar al dolor o darle
un lugar secundario en la comedia
de los disfraces cotidianos.
Con una clara consecuencia:
que iré avanzando más despacio
sin que eso signifique
retasar la llegada del final.
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