Tú ahí, Za, omega y alfa,
mora por rima o por aclamación,
alzada junto a puente, vega reflejada
en un celeste espejo donde vive
una afamada sombra de rufián
cosida a puñaladas
por los chopos agudos del meandro,
y aunque su capa se despliega
con ampulosidad de cómic
necesita ayudarse de un viento plebeyo
para vindicar sus lealtades a la tierra
que aún sigue dudando de su honor,
no fue fácil llevar la fama a su muralla,
que fueron necesarias muchas horas
de ojeo y vigilancia hasta que al fin la urraca
se posó en la cruz de la veleta
y pudo pronunciar con carraspera
la sentencia más corta,
la misma que los siglos siguen repitiendo.
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