Sube al coche, se te ordena,
ya en la parte trasera
diriges tu mirada por encima
de la oreja del conductor,
y ves en el espejo que te mira
con una niebla de tristeza,
él no sabe a dónde ir y espera
que tu miedo le guie,
tú que pasabas por allí
y has sido invitado rudamente
a agachar la cabeza para entrar indemne
en el furgón de los presuntos.
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