Anantius Emulus tradujo
con pulcritud y gracia los grafismos
grabados a cincel en la arenisca dorada de la piedra,
dijo más o menos así, pues entendía
que aquella lengua no se usaba
para conversación sino que ardía
de forma oscura como grasa fósil
entre paredes de una antigua tradición
para iluminar únicamente lo que no se quería pronunciar,
esta fue su versión: del sur llegaron aves en vuelo raso
siguiendo el reguero de semillas
que el saco roto iba dejando en el camino,
no recojáis el grano derramado,
cada tiempo merece la cosecha que es capaz de almacenar
menos el cupo que el hambre se reserva
para llenar el valle entre pirámides.