Dejé en la habitación mi sombra
con la prisa de quien se aleja de algo enfermo,
vagaban por allí demasiadas almas
ensombrecidas, también abandonadas
con semejante urgencia por anteriores inquilinos
como si el último en llegar fuera el más vulnerable
en el conflicto de la impunidad
frente el abandono de mascotas,
sólo por unas horas
nocturnas y con sensación de extranjería
pagué unos euros de dificultad extrema,
las monedas más duras
de mi colección de objetos desdeñables
con los que algunas veces
me arriesgo a penetrar sin armas
en territorios enemigos.
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