De aquella infancia, una sola gesta,
con el sacrificio del cordero que tiñó de rojo
una tarde de junio, no había escuela,
se columpiaba el sol entre abedules
reflejados en el corazón de la laguna,
-ámame sin decirlo, ahora
que no apremia el torpe palpitar
de la sangre-, no hay leyenda
capaz de soportar el ronroneo del juglar,
se entiende lo que dice pero no dice la verdad,
hay algo de gloria suspendido de la memoria
que hace que la niebla se disipe
cuando empieza a sonar la cantinela
de los niños llevados a rezar un padrenuestro
en la cornisa de la ermita,
el castigo ejemplar sigue colgado
en forma de vergajo de una percha
junto a la entrada principal,
a su lado se oxida la hoja del cuchillo
convertida en objeto de museo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario