También nosotros respiramos aquel horror,
el aire apenas arrastraba unos gramos de leyenda
y casi siempre con tufillo
a la historia sagrada que contaban los gorriones
en su lenguaje coloquial,
ni príncipes paganos ni dragones
anidando en las profundidades de la tradición oral,
cualquier palabra era bendita
tras santiguarla con los dedos
cruzados sobre el frontispicio
del significado transgresor,
pocos caballos de gualdrapa y una manada
numerosa de burros con albarda
para librar la gran batalla
por el imperio mesurado
de unos pocos productos de la imaginación.
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