Caminando a las puertas del invierno
observo que las rosas aún contemplan
desde sus palcos coloridos
el paso deshojado de los hombres,
se dice que la tradición y el inflexible norte
las han circuncidado y deben someterse al luto
que la estación litúrgica prescribe,
ya nadie cuida de ellas y regresan
al estado salvaje que les hizo ser
las antiguas reinas del jardín,
ahora
su aspecto montaraz las hace libres
y con la estética en declive
reivindican la fealdad de los pétalos secos
y las hojas marrones como el reino
de la verdad embravecida.
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