Riego con esmero la maceta del aburrimiento,
ella es la que me da el verdor continuo de la hoja perfumada,
no da flor ni tampoco fruto, incluso su perfume es previsible,
simple olor a hierba segada sin segar,
y no sólo por eso, cuando miro
las arrugadas frentes de los que intentaron
forzar a la vida a ser amable
e incluso divertida o sorprendente
veo el valor terapéutico de esta planta
tan personal que algunos cultivamos
para que la piel consiga
mantener sin esfuerzo el equilibrio
y la elasticidad de los materiales
sometidos a continua vigilia.
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