No miente el teatro,
se limita a imitar los artificios
insobornables de la realidad,
cuando una sombra se alza sobre el escenario
y se rodea de lenguaje
cualquier indumentaria hará que llegue
a ser lo que pretende,
la puerta un arco de victoria frente a la oscuridad,
la ventana un fracaso si abre hacia el abismo
y no baten sus hojas con el sol,
cuando en el centro se levanta un poste
derramando su imagen bajo el peso
de las candilejas, cuatro sombras a la vez,
ninguna reseñable, y de repente
la magia le conmueve y le da voz,
ahora sabremos lo que dice,
de momento nos conformamos
administrando su gesto humanizado
aunque con exceso de declamación,
es elías que se sube al carro de aquiles
arrastrando el corazón de prometeo
y dejando en el aire ese dilema
de voz pensada o de pensamiento dicho,
una ceguera del guion que lleva
de la mano a edipo, nada
que garantice coincidencias fáciles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario