Se vende caro el espectáculo
de las chimeneas ahuyentando
la ingobernable escarapela de humo
y aromas a madera natural,
estamos lejos casi siempre
-y a contraluz en las ciudades-
para recibir la bendición
fugitiva y cálida de viento
sobre nuestro orgullo encapsulado
en unos trasnochados sabañones
que ahora llamamos de otra forma
por ignorancia o por vergüenza,
en la ciudades padecemos
un frío funcional, buen aliado
de la calefacción a gas, que es como darle
permiso al sol para tomarse vacaciones
entre nubes desnudas en la playa blanca
de los meses extremos,
nosotros volveremos a aplaudir
simplemente para calentar las manos
pensando en chimeneas imposibles.
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