Cuando llegó noviembre
el sol comenzó a alejarse,
primero se quedaba distraído
con las nubes viajeras,
las saludaba una y otra vez y ellas abrían
su masa de algodón y le rodeaban
con su densa bufanda,
luego comenzó a enfriarse su matinal saludo,
rachas de aire helado le dejaban
casi sin respiración y él se escondía
tras los pretextos habituales de la pereza,
y acabó quedándose detrás de la ventana
con la cara rojiza y restregándose
la nariz con las manos enguantadas
y ojos de reticente resfriado.
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