En torno a ese vacío
La nada tiene casa,
yo intenté refugiarme
en esa garita que albergaba
a la soledad en medio
de un desierto roturado,
no había muebles, ni aperos,
al agua de la lluvia festoneaba los techos
con adornos tan simples como hermosos,
la luz entraba racionada
por un ventanuco sin cristal
y el olor a ceniza congelada
flotaba en un rincón,
pensé quedarme un rato a descansar
pero la nada vino con su semblante mudo
y me invitó a salir, diciendo:
a qué vienes,
no queda nada que robar aquí.
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