Desde que regresé me agobia
una pena cursiva, con su música torpe
y su relato avergonzado,
como égloga podría aparecer prendida
de los alambres del cercado
imitando la lana que las ovejas dejan
a manera de ofrenda para aplacar la furia
de los vientos del norte,
qué le queda a ese mar tan denso,
el de los robles y las hayas, que me obliga
a convocar, como Virgilio,
a dríades y a ninfas para que ardan
en corro junto a mí, cerrando el paso
al cierzo y a la nieve días antes
de que llegue el invierno?
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