Una escayola
reproduce en blanco la escalera
que va del monte al mar, del mar al monte,
al salir del semi túnel hay humo de gaviotas
y las sirenas de los barcos
hacen sonar la voz abocinada y ronca
de Pepe Hierro, él lleva al cuello
una miniatura de metal
de su cráneo sin pelo, su perfil
con aire de noray donde se amarran
las barcas de los muertos,
este es
su lado bueno, no su voz,
su letanía llena de escalones
que llevan desde el adoquín aéreo de la garza
hasta el alto azul de los castaños (el 18?)
donde la ciudad toma perspectiva,
este es al menos el recuerdo que yo guardo.
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