miércoles, 5 de abril de 2017

Una ventaja irracional

Vuelvo al refugio colonial situado al borde del recinto protegido por la cerca, aunque ya sobre las escarpaciones que dan a campo abierto. El cobertizo tiene una decidida identidad, ornado con huesos y pieles de mis piezas favoritas y armado con espectaculares cuernas de venado dejadas tras la última berrea. Al lado de poniente se han ido fijando los asientos de los acudidores habituales, sobre tocones de árboles antiguos que dan al recinto un aire concejil no pretendido pero inevitable. Cada noche el habitual deja sobre el asiento la zamarra de piel con que mulle la dureza del reposadero y a plena luz del sol toma el aspecto de un sestil de vagos satisfechos. En cualquier caso, en nada parecido a la bocana de la cueva donde el chamán oficia sus rituales. Allí se impone la humillante costumbre de la desnudez del pie y el destocado de la cabeza, abarcas y casquetes por el suelo como reflejo de la indignidad de quienes someten su andadura y pensamiento a fórmulas sonoras tan alejadas de la voz humana como del pretendido lenguaje de los dioses.
Nunca asistí a tales coyundas, pero conozco alguno de los recursos de los que el brujo se vale para subyugar de golpe tantas voluntades. La dilatada bóveda, un cuerno de buey, una enorme caracola y unas piedrecillas del arroyo apoyados en recursos de la voz humana sabiamente modulada, son capaces de sonidos tan extremos como el mugido de la tormenta o el estertor del volcán desperezándose. También la oscuridad, que, al presidir como necesaria atmósfera cualquier momento de pretendido contacto con la divinidad, obliga a una subyugada imaginación más que a los sentidos a dar fe de lo nunca visto o escuchado.
Y, a pesar de todo, una cosa tengo que admitir: por más que lo aborrezca, a veces no puedo evitar el sumarme a ese coro de miradas que, con el humo de la fogata final, suben al cielo buscando una armonía, aunque de antemano conozcan la irremediable cojera de todo este tinglado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario