viernes, 7 de abril de 2017

Sema, soma, sum

No hay nada bajo el monolito. He descubierto una entrada disimulada entre las enormes lascas que cubren el montículo y en el cubículo escavado en su interior sólo hay un tablón de pizarra  y una piedra cilíndrica, ambos con función más doméstica que ritual, como mesa y silla. Nada de huesos del antepasado muerto ni de los objetos con que dice la inscripción que fue enterrado.
Siempre he procurado mantener despierta la memoria. Esa es la razón por la que a menudo vuelvo a este lugar. Regreso aquí como a la fuente que de algún modo acaba con la sed o al menos mitiga sus ardores, a pesar de conocer la interpretación que los próximos al brujo dan a mis visitas.
Y no sé que pensar de este gran embuste con disfraz de piedra. Después de tantos años de aprendizaje lo único que se reafirma es el misterio y la conciencia general prefiere codificar historias irracionales a convivir en paz con el miedo y la ceguera. Lo irremediable no es ser ciego o pusilánime, sino creer que alguien gratuitamente nos va a librar de serlo.

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