martes, 4 de abril de 2017

Un torbellino de polvo

Hoy nos hemos encontrado. Bueno, encontrarse no es la palabra más adecuada, nos hemos adivinado en la distancia, como se reconocen los contrarios en un campo de magnetismos enfrentados. Al principio caminamos en paralelo, ignorándonos con la mirada y forcejeando con el pensamiento para no ceder el paso ni demostrar la más mínima vacilación en el dominio del paisaje. Luego el viento cambió y las respectivas estelas de polvo nos dejaron al descubierto, por lo que ya no procedía ni seguir disimulando ni esforzarse por mantener aquella impertinente línea recta. Acabamos cruzándonos. Nuestras miradas se cruzaron también y no hubo en ellas ni el más leve indicio de pregunta. Todo está tan claro entre nosotros que la conversación está de sobra, incluso la de los ojos, que es la única admisible dentro de la imposibilidad.
La duda sigue ahí, como una piedra. ¿Sabe él todo lo necesario sobre mí o esta cautela en el asedio manifiesta un atisbo de debilidad, como si rehuyera un enfrentamiento declarado antes de conocer la realidad y contundencia de mis recursos? En cualquier caso no debo recrearme en esta suposición, porque aunque su actitud haya dejado traslucir una cierta alarma, podría obedecer a una estrategia para cogerme por sorpresa. Precisamente porque no era necesaria, debo pensar que la comedia urdida para hacerme apresar, marcar y expulsar por sus lacayos buscaba algún efecto no evidente.
Pero antes o después lo acabaré sabiendo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario