Con el lápiz aprendí a leer,
me hice a un lado para que la luz
pudiera dar los buenos días,
qué tranquilidad cuando notamos
que el sol se siente a gusto con nosotros
apurando las horas como si fuera un familiar
que viene de visita y no le cuesta
mantener la pose unos minutos,
cuando en la paleta
empezó a secarse el color rojo
el sol se levantó y nos dijo adiós,
pero nos aseguró que volvería
cualquier mañana de estas,
en cuanto le llegara
el olor a café por la ventana.
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