Se me doblaron las rodillas
como en una liturgia de cartón,
la tierra me acogió por un momento
y me susurró al oído: aún te quedan
por aprender muchas más cosas, debes
templar el triste acero de la memoria,
reconocer en el espejo
el nuevo tono gris de tu semblante,
gobernar tus pasos
sin que la prisa te fatigue
y te impida ver la transparencia
de los días escritos a buril.
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