Hermosos pobladores de la imaginación,
tomaré la pluma
para dibujar vuestro perfil,
una sonrisa sin rostro al que asomarse
dura menos que la alegría bautizada
con nombre propio y aunque caliente poco
su llama brillará sobre la lluvia y los vendavales,
vosotros sois el agua, no la sal, vosotros
en cuya construcción no ha concurrido
ni una solo rastro de ingenio evolutivo,
que habéis crecido en la carcasa
robada a las crisálidas antiguas,
se os regó de aceite y vino
como a los huesos de los muertos
y ahora se os permite el colofón del canto,
a vosotras, criaturas silenciosas
nacidas para despertar el hambre
en los empachados por la realidad.
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