Él se acordaba de la escuela,
era en los cincuenta, con las puertas
atrancadas por fuera y la libertad de la cigüeña
robándonos el aire a cada cuarto,
cualquier argucia del maestro
producía escozor, tristes batallas
de sangre embotellada
para estercolar en seco los barbechos,
los días desfilaban por el patio sin hierba
y algunos se quedaban enredados en las zarzas
de la memoria, sonriendo con algo semejante
a una complicidad sin compromiso,
todo esto está grabado, la confianza
en algo familiar trataba de curar heridas,
pero qué producía aquel dolor
tan duradero e irremediable?
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