miércoles, 31 de mayo de 2017

Recordatorio

Como ya fue dicho, sabio es el que se conforma con el espectáculo del mundo. Sabio, se dijo; no justo, ni solidario, ni feliz. A cada palabra debe dársele lo que su ámbito reclama y no siempre la sabiduría ha de coincidir con la virtud, a menos que esta venga despojada de cualquier tinte moral o tufo religioso. Las cosas son neutras en origen, ni buenas ni malas, simplemente adecuadas a su fin, hasta que algún tipo de violencia acaba sometiéndolas al interés particular en perjuicio de su natural disposición para lo universal.
Y si la sabiduría se identifica con la aceptación de un estado de cosas, no supone que se asuma como justo o adecuado, sino como temporalmente inevitable, de manera que, sin provocar enfrentamientos en situaciones de clara desventaja, se pueda introducir en ese "statu quo" alguna cuña imperceptible que a la larga facilite la vuelta al estado original y, a ser posible, sin violencia, ya que esta suele servir a intereses secundarios, contrarios casi siempre al interés original.
Así considerado, el sabio es el que apuesta por una relativa quietud, limitando la elaboración de teorías a lo imprescindible para mantener el equilibrio, sin ambiciones de dominio, sin escalafón ni jerarquía que perturben el derecho a vivir de todo ser llamado por la vida.

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