Lo más hermoso del velatorio era el silencio,
las conversaciones susurradas con disimulo
y casi con vergüenza,
ver a los adultos murmurando con los labios quietos,
gesticulando como con temor, toda la realidad
asida a los hierbajos de la orilla
como cuando nadas y te falta la respiración,
el uso del pretérito imperfecto y de la palabra nada
como final de párrafo, las uñas revisadas
una y otra vez o el bamboleo de una pierna a otra,
y lo más divertido era mirar tras el cristal
las caras de la gente buscando alguna semejanza
con la expresión ensimismada del difunto.
Zona B:
Me importa un rábano eso que llaman falta de respeto hacia un primer ministro, el genocida. La institución puede parecernos respetable, pero no el que la representa cuando él no respeta ni a leyes ni a personas.
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