martes, 3 de julio de 2018

Eran pompas de jabón


Él
reconoce las horas, unas
precisas, otras venerables
por su raíz anclada en esa 
desalentada cuenta atrás que busca
entre el fragor el equilibrio.

Ella
piensa en la hora ácima del sueño, 
en la del ensimismamiento
con la salpicadura de la luz
o en el sofocante segundero 
que señala el final de algún rito:
fiesta, ciclo o estación, incluso
la vida uniformada de naranja 
en el aséptico
corredor de la muerte.

Las horas hacen
que el tiempo se disfrace
de necesidad y nadie caiga
en el vicioso lujo de tomarlo 
como un inocuo paso a dos.




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