Por fin damos la vuelta:
estar desnudos
es como acostarse con la luz,
con los ojos cerrados
y pensando
en el helado amanecer,
ya no es necesario
dar pasos para que perdure
el movimiento, sólo
los ojos siguen avanzando
y hasta el sol podría
ceder a la pereza
y contentarse con lo andado.
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